El departamento de calidad es un departamento esencial dentro de cualquier empresa de la industria alimentaria. Sin embargo, en muchas ocasiones queda relegado a los mínimos recursos y esfuerzo para cumplir normativas. Si observamos un presupuesto tradicional, la calidad figura en la columna de los gastos: contratación de personal especializado, consultorías, certificaciones, etc. es decir, es visto por los altos cargos como un gasto obligatorio pero poco productivo.
No obstante, en Trazable creemos que esta es una tendencia errónea y queremos recopilar en nuestro blog las razones por las que el departamento de calidad debería verse como inversión estratégica en el sector agroalimentario.
El departamento de calidad y su papel en el negocio
Históricamente, el departamento de calidad ha sido considerado como un gasto operativo en el presupuesto de muchas empresas. Sin embargo, esta mentalidad está empezando a cambiar y cada vez son más los especialistas que hablan de conceptos como la estrategia de seguridad alimentaria.
El departamento de calidad desempeña un papel fundamental en la protección de la reputación de la empresa, la satisfacción del cliente y la mejora continua de los procesos. Todos estos aspectos tienen un impacto directo en el crecimiento y la rentabilidad del negocio, lo que convierte a la calidad en una inversión estratégica y no solo un gasto más.
Ahorro a través de la prevención de problemas
Las empresas usan mucho las métricas: KPIs, indicaciones de procesos, etc. Por tanto, la principal razón que queremos abordar para justificar el departamento de calidad como inversión es el coste de la «no calidad»: producto retenido, incidentes, reclamos de consumidores.
Uno de los beneficios más evidentes de invertir en calidad es el ahorro que se logra a través de la prevención de problemas. El enfoque proactivo del departamento de calidad ayuda a evitar defectos y no conformidades en los productos o servicios, lo que a su vez disminuye los costos de corrección. Por ejemplo, si se produce una alerta alimentaria la empresa tendrá que retirar producto o hacer frente a una penalización o crisis de reputación.
Así, reducir las incidencias de reclamaciones y devoluciones no solo ahorra dinero, sino que también preserva la confianza del cliente en la marca, lo que puede traducirse en una mayor lealtad y ventas repetidas.
Generación de valor y diferenciación en el mercado
Un departamento de calidad eficiente puede generar valor añadido a los productos o servicios de la empresa.
Un ejemplo claro es la obtención de certificaciones de calidad reconocidas, que puede diferenciar a la empresa en el mercado y aumentar la confianza de los clientes en la seguridad y calidad de sus productos.
Si hablamos más del producto, el cuidado precautorio por gestión como por ejemplo la gestión correcta de alérgenos, que son procesos que se lideran desde calidad, esto va a aumentar la base de consumidores porque un montón de consumidores alérgenos va a poder comprar los productos.
Además, el enfoque en la mejora continua impulsado por el departamento de calidad puede conducir a la innovación y el desarrollo de productos o servicios más competitivos, lo que se traduce en una mayor demanda y oportunidades de crecimiento.
Cumplimiento de normativas y requisitos legales
El cumplimiento de normativas y requisitos legales es esencial en muchos sectores empresariales. Un departamento de calidad bien gestionado garantiza que la empresa cumpla con todas las regulaciones y estándares relevantes, evitando así posibles sanciones. Este enfoque proactivo hacia el cumplimiento legal ayuda a proteger la imagen y reputación de la empresa, lo que puede ser crucial para mantener la confianza de los inversores y socios comerciales.
Conclusión
La industria agroalimentaria debe cambiar su perspectiva sobre el departamento de calidad, dejando de verlo como gasto adicional en el presupuesto empresarial.
Un departamento de calidad puede ser una inversión estratégica que puede generar beneficios significativos. Para lograr esto, la dirección debe estar comprometida con la calidad para que sean programas que se mantengan en el tiempo. Los altos cargos deben ver la calidad como algo real, más allá de un certificado obligatorio. Es el único modo de crear esa cultura de la calidad, que se respire una responsabilidad compartida y transversal en toda la empresa.